Götterdämmerung (Dir. Luchino Visconti) La caduta degli dei, The damned: Las trompetas cual disparos, explosiones, bombas, el Reichstag en llamas, las trompetas siguiendo el curso locomotor de la máquina humeante que tintinea como el campanario en las iglesias. Las notas, anotaciones. Notas y notas de violines chirriantes al mismo tiempo en que los gritos desesperados se van quemando uno tras otro en el hoyo hirviente, de lava naranja, en donde se crean las armas de los nazis para la nueva guerra, la nueva alemania (1933), el mundo, el tercer Reich, los únicos zumbidos que restan de los corazones sin vida, incinerados y carcomidos, de ese pueblo alguna vez sano. Es el cumpleaños de Joachim Von Essenbeck (Albrecht Schönhals) principal sillón, líder de la fábrica de ácero más grande del país /ahora llamado Hitler/ y las hijas de Elizabeth (Charlot Rampling) y Herbert Thallman (Umberto Orsini) preparan un número musical a 2 voces en piano quienes junto con el educado Günther, el hijo del Barón Konstantin, siendo el 2do acto de la presentación de la noche, interpretaría también, un tema solista, musicalizado en chelo. Martin Von Essenbeck (Helmut Berger) aficionado al film el ángel azul, ama pintarse las cejas sin rapárselas, camina espigado, se mira al espejo viendo a Marlene Dietrich y disfruta enormemente pasar horas y horas a solas con sus primas pequeñas, al igual que gusta de conocer princesitas angelicales que huelen a miel y talco. Martin amo, Martin amante, Martin ama. Los sirvientes son hormigas en el hogar, mueven rápidamente todos los utensilios y enseres, están presentes incluso hasta cuando uno se peina o cambia. La cámara del maese Visconti no distorsiona, se aleja y muestra el panorama del film, un comedor de techo alto con candelabros, velas, focos, cualquier luz que les sea necesaria padecer, una mesa grande vestida de blanco, vajillas de plata, copas de vino y champaña, los asientos copados, la familia Von Essenbeck entera junto a los principales socios de la fábrica celebrando un año más de vida del anciano Joachim. Hasta que siendo ya casi la medianoche todos esos elegantes y adinerados señores se prestan a brindar y comer ¿Hay rebeldía, no Herbert? ¿Inconformidad? ¿Videncia, quizá? La torta sabe a esvástica de caramelo, abuelo ¡Yo decido por ti, hijo! ¡Vienen por ti Herbert, apresúrate! ¡Cuida a las niñas, amor! ¡Bésala! ¡Yo voy a hacer respetar todos los derechos del abuelo! ¿me oyen? **Ver el crepúsculo de los dioses o los malditos título de esta obra magna de Luchino Visconti me fue igual a leer una novela larga, la estructura está concebida con ese mismo postulado** ¡Quemen todos los libros que nos dan a leer, sabemos que se pueden escribir con otra clase de pluma: Marcel Proust, Émile Zola, Thomas Mann....! Si te predispones a erradicar una plaga teniendo una pizca de sentimentalismo y ya no te queda escapatoria lo más saludable es que te dejes comer por las sanguijuelas entero, SÍ, ya que tarde o temprano tu piedad haría tu carne ceder. Hoy en día la radio nos sirve para olvidarnos de la televisión, antes la radio ensordecía el sufrimiento de la gente y nos hacía entrar en nosotros mismos. Cuando pienso en Martin y pienso en mí, creo que puedo ser capaz de hacer y pensar todo lo que él contiene y lleva en ese cuerpo tan blanco, joven, hermoso y sano. Y es que uno tiene al menos una semilla de violador, de ultrajador, de libidinoso, el placer a lo desabrigado, a lo que se encuentra solo y desprotegido, a lo vedado corroe por alguna parte en nuestro interior siempre. El jugar a las escondidas con una enana de porcelana y mechones rubios, te cobra los impuestos, el pasaporte y luego cuando el triunfo injusto llega a tu sexo, la vida misma te lleva por ese camino en donde los yunques llueven y pisas espinas haciendo sonar los miedos y sombras que en tu piel son creados por ti; sin embargo, intuimos que lo negro se puede contraer con el mismo color; un odio más profundo a la autoflagelación, una crueldad sanguinolenta más despiadada que los dibujos sin cabeza se ven renacidos e incrementados con ganas de querer abortar tu nombre tu herencia pero sin pretender quedar fuera de la nueva vida, de la era total, de la gente única, de la raza aria, de los tiempos en donde todos los hombres serán iguales y solo habría un líder sin sinónimos ilesos, tan espigado y enhiesto como la sangre misma que sale de sus venas. Aschenbach (Helmut Griem) sonríe mientras ve el círculo deformado, los puntos continuos extinguiéndose, Martin suda, el sudor es la muestra de que el cuerpo responde, siente. El chelo de Günther suena en su mente, el camina llorando, acompañado por frases de Hegel que nunca escuchó "la flor que obstruye el camino, la florecilla, tiene que ser aplastada" Aschenbach vuelve a reír, el día es rojo.
domingo, 2 de diciembre de 2007
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2 comentarios:
Muy buen comentario que puedo decir al respecto: es violento y contundente. Me quedare un rato mas para hechar un vistazo
Brillante el comentario sobre una obra maestra del cine
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