Flash Gordon (Dir. Mike Hodges) En realidad cuando empecé a ver el film de flash pensé que lo que primero vería, sería a alguien corriendo a la velocidad de la luz, vestido de rojo y lleno de rayos eléctricos caídos del cielo, por todas las pistas de la ciudad de Nueva York, dejando encendida la brea seca con las suelas de sus zapatos de metal láser resplandecientes. Era obvio, para mí, que quién llevase el cuerpo atlético con el antifaz descosido por el mentón, los labios libres para poder besar a todas las niñas auxiliadas y en el pecho, bajo un rayo dorado eléctrico, un corazón a igual beat que el de los seres humanos cualquiera (sin la flecha) sería el protagonista de la película de Hodges quién en 1980 supo manejar meritoriamente los efectos especiales a tal nivel que dejó la trama flotando en el nódulo del espectador eclipsada por el argumento comic e insuficiente de un espacio casi actualmente convertido en una proyección de archivos renderizados sueltos de autodesk 3ds-max ¡Hombres águilas saquen sus espadas y ataquen! Nunca me imaginé conocer al rubio adonis Flash Gordon (Sam J. Jones) un deportista y valeroso star pop hero cuyo buen desempeño en el fútbol americano y su capacidad por pronunciar u entender lo que son: tifón, polvos de átomos, lluvia de meteoritos, vortex, sigma, cohetes, huracán, erupción volcánica, bascular la plataforma, ionizar las nubes, lo llevarían por azar a conquistar el poderío del coloso emperador Ming ¡Dispara sin miedo, coge el arma de quién acabas de matar! Después de alucinar a Gordon mientras traía a esa yegua amorosa encima de sus piernas conduciendo la nave que lo ayudaría a escapar de la silla eléctrica, pensé que realmente un terrícola medianamente planta podría llegar a traspasar la atmósfera y conseguir ser un galán intergaláctico con mujeres de otros planetas y sexos ¡Aura (Ornella Muti), princesa Eva (Ornella Muti), pudorosa carne (Ornella Muti)! ¿Las mujeres con trajes verdes, las sexualmente esponjas, realmente podrían sacrificarse por el amor de un hombre rubio? Placebo-rock. Aunque después de escuchar a Queen puedo decir que nunca aprendí a no perder la memoria distrayendo mi mente de los rayos hipnóticos me quedó la semilla de mandarme a hacer polos con logos míos y averiguar a fondo cómo se hacen los estampados y qué técnicas usan los diseñadores para estos fines. Me muero por conseguir un polo que diga flash igual que el apretado blanco que llevó Gordon durante la hora y 15 minutos que duró la fanfarria. Instrucciones: Para destruir a Ming traspásese el pecho represivo y dictatorial del mago. Luego de las naves, los cráteres y las arenas movedizas, uno se queda viendo un puercoespín y se ríe.
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