martes, 17 de julio de 2007

25 watts (2001)




(Dir. Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll) Esta película representa el fin de semana universal de todo joven sin trabajo y sin ocupación, malpensante, creador de ideas innovadoras que brotan sobre los resortes de una cama destendida después de haber comido un plato de pasta preparado por una abuela adicta a las pastillas y a partirlas paritariamente con limas delgadas y sin mango. Leche, Seba y Javi, tres chicos uruguayos que viven laxos, receptivos, siendo algunos más de los infinitos personajes principales de esa serie concadenada, sin cable y sin artefacto, que es la cotidianeidad misma cuando se traza dentro de un círculo vicioso y se proyecta en la pantalla grande de un cuarto cinemista.

Un foco de 25 watts que pareciera ser el huevo de una gallina robótica sobre la pista, se convierte en la metáfora perfecta que tanto Javi le pedía a su novia le diga al no entender porqué ya no le quería tanto como antes. Así como los pernos no son necesarios en los bolsillos de ningún mecánico cuando los autos son pirotecnia; de la misma forma, los diálogos del día a día en este film, no le sirven a nadie, si uno sale a la calle con los audífonos en las sienes, a todo volumen, contra el hartazgo, contra la brisa, tratando de encontrarle el cuerpo al monigote carbonizado entre los arbustos.

¿A sus abuelos y abuelas se lo dedican, muchachos? Sí, así lo escribimos, bajo un fondo oscuro del mismo tono del écran, en la primera luz del proyector. Y bostezas sin querer y el perro ladra fuerte mientras sin pensar tocas el timbre y empiezas a correr mucho quizá no como un hamster que come comida de perro pero sí como alguien que se enamora de su profesora particular de italiano y aún no sabe la conjugación al presente del verbo essere ni la raíz cuadrada de 77, pero sí entra a las casas que ven televisión sin tocar la puerta ni pedir permiso.


¡Oda a Rebella! Yo sí aplaudo por 5 días seguidos

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