
¿Qué hacen dos muchachos como nosotros en un sitio como este? Dímelo Randle, dilo tan fuerte como si estuvieras a punto de sacar el lavabo principal de las duchas y escapar por el ventanal al campo, a Canadá.

Nos engañaste a todos JEFE. Puedes hablar. No eres un sordomudo. Alza la mano JEFE. Bububububububububububububububububububububububububu, como los indios hacen.
Jack Nicholson es Randle McMurphy un presidiario que cumple una condena por violación en una cárcel del estado y que a causa de su comportamiento, de su agresividad, es deribado a un manicomio bajo la dirección de dos enfermeras extremedamente excitantes y en medio de un grupo de médicos y psiquíatras que toman su caso con lupas, lentes y pinzas. Digamos que McMurphy es un problema pesado y en esta sociedad sanada, sabemos que los problemas pesados se resuelven y se bañan con lejía hasta que al menos queden como manchas que no generen asco en ningún tipo de veredas ¿y qué sucede cuándo este problema lo genera solo una persona y esta no puede solucionarlo por sí misma? Pues simple ¿no? Las instituciones, los organismos, intentan hacerlo a su modo y cuando no lo consiguen, se frustan, terminan pasándose la olla caliente de una palma a otra, hasta que este humano muere o desaparece(se escapa). Luego son 10,000 voltios en las sienes y prohibiciones ante las razones de alguien que no merece nada o quizá merezca demasiado. McMurphy es como un despertador en los bolsillos de los maníacos, él les enseña a no dejarse poner el yugo tan fácilmente, les enseña a mirar con los ojos, a jugar basketball, les da una lección concisa pero repetitiva. Una lección que se debe repetir una y otra vez si se quiere se asimile o se tatué ¿Será lo mismo hablarle a un loco viendo que te escucha, a hablarle a un recluso que se lima las uñas con una navaja, Randle? - Pues, definitivamente no.
